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martes, 1 de marzo de 2011

01/03: EL SISTEMA DE PENSIONES DEL PERÚ.

Una nueva visión para el sistema de pensiones.

Manuel A. Clausen (*)

El Perú atraviesa hoy un proceso de envejecimiento moderado. Para el año 2025, solo un tercio de la Población Adulta Mayor (PAM) tendrá acceso a una pensión, cuyo monto para el 60% de los pensionistas del Sistema Privado de Pensiones (SPP) será igual o menor al de una pensión mínima (Informe Comisión Técnica Ley 28991), acentuando así las bajas prestaciones que ya ofrece el Sistema Nacional de Pensiones (SNP). Si no se efectúan cambios sustantivos en estos dos regímenes, se continuará reproduciendo el ciclo de vulnerabilidad y dependencia en la PAM, poniendo de manifiesto su incapacidad para afrontar el envejecimiento demográfico en un contexto de alta informalidad y de bajos ingresos.

Si bien la mayor formalización y productividad en el mercado laboral y la mejor rentabilidad de los aportes en las cuentas individuales ayudan en parte a enfrentar el problema, mantenerse en este enfoque es creer que la solución es solo consecuencia de lo que pase en otros mercados, como el laboral o el de capitales, independiente del diseño estructural del sistema de pensiones.

Hace casi 20 años, el Perú adoptó el SPP para superar el problema de déficit financiero que el SNP –hasta hoy- muestra. Al hacerlo, se propuso dinamizar el mercado de capitales y trasladar la generación del ahorro previsional a sus ciudadanos, permitiendo su sostenibilidad financiera. Este enfoque, calco imperfecto de la reforma previsional chilena de 1981 y con réplica en otros países de América Latina, hizo que el IEG del Banco Mundial (*) concluyera, al evaluar la reforma previsional peruana, una lección aprendida opuesta a los argumentos seguidos por el Perú, esto es que "el principal objetivo de una reforma de pensiones no es reducir el gasto fiscal o promover el mercado de capitales sino en proveer seguridad de ingresos en la vejez".

Retomar la misión esencial del sistema de pensiones y orientarlo al desarrollo de un adulto mayor con calidad de vida, será una ardua tarea. Para ello se necesita un enfoque donde los conceptos de valor público, desarrollo humano y gestión por resultados, en el marco de una amplia participación ciudadana, sean condiciones necesarias; donde se elimine la ineficiente estructura paralela del actual sistema; se fortalezca la capacidad recaudadora y fiscalizadora de las aportaciones; donde exista mayor rendición de cuentas que beneficie al afiliado y se adopte una (única) política previsional que facilite intervenciones públicas transversales a favor de la PAM, tal como se viene realizando con otros objetivos sociales mediante el Presupuesto por Resultados. En suma, se necesita un enfoque integral.

Esto no será posible sin la decidida atención del estamento político, algo que, hasta hoy, es errático y ambiguo. Por eso admiro (u oculto mi envidia) al saber que Uruguay emprendió exitosamente el Diálogo Nacional por la Seguridad Social el año 2007, o que Chile, en un tiempo récord de dos años, culminó la "reforma de la reforma" el 2008, articulando mejor los principios de eficiencia y de solidaridad, duplicando la cobertura previsional con un efecto incremental algo superior al 1% del PBI el año 2025.

Un sistema de pensiones es y será superior a otro, no porque acumule más dinero, porque dinamice más el mercado de capitales o reduzca el gasto fiscal, sino porque provea más desarrollo humano. Solo así los futuros millones de adultos mayores sabremos que nos espera una vida completa.

(*) Docente de la PUCP y de la Escuela de Postgrado Continental.

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